sábado, 26 de marzo de 2011

El juego en la educación infantil

En todos los cambios entre un nivel escolar y otro existe, sin duda, cierta incertidumbre,  molesta y, por qué no, atemorizante. Entre la primaria y la secundaria cambia la modalidad: de tener un sólo profesor encargado de todas las asignaturas, exceptuando, en algunos casos, la educación artística y la educación física (delegada la responsabilidad en profesores especialistas), los alumnos se deben acostumbrar a recibir atención de varios profesores; esto no entraña mayor problema, los jóvenes tienen la suficiente edad para digerir esta modificación. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del cambio que sucede entre la educación preescolar y la escuela primaria: la modificación es drástica, en algo más que la cuestión de modalidad.

En la escuela preescolar, los niños son tratados como tales, atendiéndose de acuerdo a su naturaleza predominantemente lúdica, a diferencia de la escuela primaria, en donde tal pareciera que por decreto deben convertirse en adultos chiquitos; se reprime, en una gran cantidad de casos el juego y las artes, en pos de la consecusión de objetivos "más importantes" y, con esto, el profesor provoca dos cosas: hacer sentir incómodos a los niños y desperdiciar la herramienta pedagógica más poderosa en esta etapa del ser humano.

Jean Piaget decía que el juego es la vida del niño, ¿por qué entonces no se aprovecha esta instancia? Quizá se deba a que el adulto se siente incapaz de controlar la actuación infantil, siente temor de perder el control de la situación y ser rebasado por sus alumnos. Tampoco hay que ignorar el hecho de que puede estarse completando el círculo vicioso, ya que el maestro, ayer niño, también fue reprimido en las mismas áreas donde hoy se siente incómodo.

El niño juega desde su más temprana infancia; en la cuna descubre que ciertos movimientos le producen placer, le permiten conocer su mundo inmediato, está en la etapa del juego motriz.

Inmediatamente a esa etapa hace su aparición el juego simbólico, aquel donde una caja de cartón se convierte en una nave espacial y en donde un palo de escoba es el más brioso corcel. Este tipo de actividad lúdica también permite al niño practicar roles adultos: es el ingeniero contructor de grandes edificios, es la doctora que  presta cuidados a la muñeca enferma. En el juego, el niño está llevando más allá de sus límites sus capacidades, por eso es incomprensible que no se utilice a favor de la educación.

El tercer tipo de juego, el juego con reglas, es el que comienza a darse con más frecuencia en la escuela primaria, en combinación con el juego simbólico; siguen los niños siendo constructores, pero ya cada uno se asigna un papel que debe ser respetado en pos de la viabilidad de la actividad. Los juegos de conjunto contienen un reglamento implícito o explícito, el balompié es uno de los ejemplos.

El juego educativo retoma, precisamente, estas dos modalidades, a veces entremezcladas. El juego educativo se planea en base a unos objetivos y al conocimiento de las características infantiles y, por ende, permite la flexibilidad, por que lo importante es que cumpla su función, no que se imponga, al grado de convertirlo en una actividad en donde el niño pierda esa frescura que el juego le permite explotar al máximo.

En posteriores ocasiones compartiré con ustedes algunas actividades lúdico educativas del nivel primario.